Investigadores del Royal Hospital de Perth, en
Australia, han descubierto que los hábitos de vida durante la adolescencia
pueden condicionar el riesgo cardiovascular de adultos. El estudio indica que
ingerir alcohol en el caso de los chicos, píldoras anticonceptivas en el caso
de las chicas y el consumo de sal o un elevado índice de masa corporal (IMC),
para ambos sexos, se asocia a niveles más elevados de presión arterial.
Los resultados del estudio, publicado en la revista de
la Sociedad Europea de Cardiología, que ha mostrado cómo la adolescencia es la
etapa de la vida en la que los comportamientos «tienden a afianzarse», de ahí
que con una serie de hábitos se pueden encontrar «importantes beneficios para
la salud pública».
Para la investigación, los autores del estudio
analizaron los resultados de la cohorte de embarazo de Australia Occidental
gracias a los datos del estudio Raine, que incluía a 2.868 niños nacidos entre
1989 y 1992, a quienes posteriormente se les realizó un seguimiento a los 1, 2,
3, 5, 8, 10, 14 y 17 años de edad.
En total, los autores del estudio pudieron contar con
1.771 adolescentes, a quienes se les preguntó sobre el consumo de alcohol,
tabaquismo, actividad física, uso de medicamentos con receta (incluyendo
anticonceptivos orales) y los hábitos alimentarios.
«Consumo de alcohol»
Con la asociación entre cada uno de estos factores se calculó la presión
sistólica y diastólica. De este modo, observaron que los niños tenían una
presión sistólica en la sangre más alta que las niñas que no tomaron píldoras
anticonceptivas.
En el caso de los chicos, por su parte, observaron
cómo la presión arterial sistólica se asoció significativamente con el IMC, el
sodio urinario (como marcador de la ingesta de sal) y el consumo de alcohol, e
incluso cuando se ajusta por el IMC, la relación con el alcohol y la sal se
mantuvo.
El estudio también encontró que la actividad física
habitual se asocia con una menor presión arterial diastólica. Además, cuando
midieron la presión sanguínea, vieron que aproximadamente el 24% de los
adolescentes eran hipertensos o potenciales hipertensos, un 34% tenía sobrepeso
y el 38% de los adolescentes obesos se encontraban en estas categorías de
presión arterial alta.
Además, el uso de la píldora se asoció
significativamente con la presión arterial elevada en las niñas, como por
ejemplo la presión arterial sistólica, que fue más alta que los no usuarios de
la píldora, al tiempo que aumentó aún más si venía aparejada de un incremento
del IMC.
Según ha comentado uno de los autores del estudio, el
investigador Chi Le-Ha, «los adolescentes necesitan ser conscientes de que un
estilo de vida que predispone a la obesidad, un consumo elevado de sal y el
consumo de alcohol puede conllevar consecuencias adversas para la salud durante
la edad adulta».
«Los efectos son aditivos y ya están asociados con la
hipertensión», ha lamentado, al tiempo que recomienda advertir a los jóvenes de
que el consumo de anticonceptivos orales puede conllevar algunos riesgos.
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