Los primeros
datos en relacionar el uso de pesticidas con la aparición de Parkinson datan de
los años 80. Desde entonces se han publicado numerosos estudios que sugieren
que existe una relación causal; sin embargo, ninguno de ellos es concluyente al
cien por cien. El problema, como vuelve a poner de manifiesto esta semana un
trabajo en la revista'Neurology', es que es difícil demostrar una relación
causal directa.
El estudio,
realizado por los italianos Gianni Pezzoli y Emanuele Cereda (de la Fundación
IRCCS de Milán), ha revisado 104 investigaciones sobre Parkinson y pesticidas
publicados en diversas revistas médicas. Sus conclusiones admiten que existe un
incremento del riesgo neurológico en personas expuestas a pesticidas,
insecticidas y disolventes, aunque reconocen que es difícil ser claro a la hora
de hablar de una relación causal.
Como admiten
Pezzoli y Cereda, muchos de los trabajos analizados son pequeños, muy
heterogéneos entre sí, o no han controlado adecuadamente la vía de exposición
(inhalada, por contacto...) o la dosis ingerida. Así, aunque los trabajos de
mayor calidad metodológica sí perciben un riesgo de Parkinson relacionado con
estos productos tóxicos (que oscila entre el 33% y el 80%, según la
investigación), sigue siendo necesario todavía un estudio adecuadamente
controlado y riguroso que permita sacar conclusiones.
"Que
los pesticidas aumentan el riesgo de Parkinson ya está claro; tanto como que el
tabaco causa cáncer de pulmón", explica Francisco Pan-Montojo, un
investigador español de la Universidad de Dresde (Alemania), especializado en
este campo "Lo que nos faltan por conocer son los detalles. Igual que no
sabemos porqué hay fumadores que no desarrollan cáncer, no sabemos todavía si
hay algún tipo de característica genética que proteja frente a los daños
neurológicos de los pesticidas, qué nivel de dosis es tóxica, si hay ciertos
herbicidas más peligrosos que otros...".
En 2010, el
equipo que dirige Pan-Montojo en Alemania relacionó la exposición prolongada a
la rotenona (un pesticida) en el intestino con la muerte de neuronas
dopaminérgicas en el cerebro de ratas. "Posteriormente, otro equipo
dirigido por Caroline Tanner demostró en la revista 'Environmental Health
Perspectives' que sustancias como la rotenona y el paraquat, que inhiben la
función de la mitocondria, duplicaban el riesgo de Parkinson en humanos",
explica a ELMUNDO.es el científico gallego.
Igual que en
el trabajo italiano, en aquel experimento se observó mayor riesgo en personas
expuestas a dosis mayores y durante periodos de tiempo más prolongados. Sin
embargo, como reconocen los autores italianos, falta por demostrar
adecuadamente qué papel juega laexposición a múltiples pesticidas
simultáneamente (cómo pueden interaccionar estos en el organismo) y si la
genética de cada individuo puede jugar un papel en esta cuestión.
"El
problema de muchos estudios de este tipo es que están basados en
autocuestionarios sobre la exposición por parte del propio trabajador",
reconoce Cereda en declaraciones a ELMUNDO.es; "no sabemos realmente cuál
es la ruta de exposición o su llevaban protección". Aún así, añade, los
estudios controlados con agricultores y trabajadores muy expuestos a estos productos
han demostrado que el riesgo es mayor; "ahora que ya sabemos eso, falta un
estudio más serio".
En ese
sentido, el propio doctor Cereda apunta que su metaanálisis no hace sino
señalar esas cuestiones que siguen sin resolver alrededor de esta cuestión,
pero con importantes implicaciones desde el punto de vista de salud pública.
"La literatura apoya la hipótesis de que la exposición a pesticidas y
disolventes es un factor de riesgo en el desarrollo de Parkinson. Sin embargo,
son necesarios estudios prospectivos de calidad para sostener esta relación
causal".
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