Hace poco
más de medio siglo los humanos empezaron a conseguir grandes victorias contra
las bacterias. Desde el principio de los tiempos, infecciones que ahora
resultan insignificantes podían complicarse y acabar con la vida de una
persona.
Eso cambió con la introducción de los antibióticos.
Sin embargo,
después de décadas de uso, las bacterias han aprendido a resistir a las armas
humanas, intercambiando genes que les hacen cada vez más inmunes a los fármacos
y ayudadas por el mal uso que se hace de los antibióticos.
Cada vez que
no se acaba un tratamiento completo con estos medicamentos o se utilizan
antibióticos sin control para tratar animales, se facilita la adaptación de los
patógenos a los fármacos y se pierde una batalla de la guerra en la que las
bacterias están ganando cada vez más terreno.
La semana pasada, un informe del
Centro Europeo de Control de las Enfermedades (ECDC) afirmaba que las
infecciones con bacterias resistentes a los antibióticos de último recurso
están creciendo en España, y otro estudio reciente apuntaba que los españoles
tienen muchos más genes de resistencia a antibióticos que los daneses o los
estadounidenses.
En esa
carrera armamentística, sin embargo, los humanos también cuentan con sus bazas.
La semana pasada se anunció que la Unión Europea dedicará 4,1 millones de euros
a un proyecto de tres años que empezará este verano y buscará nuevos fármacos
para combatir a bacterias multirresistentes.
El consorcio NABARSI reunirá a
tres equipos de investigación y dos empresas para buscar nuevos compuestos con
los que hacer frente a bacterias con técnicas que combinarán la química, la
biología y la computación.
En este
proyecto, la empresa Omnia Molecular, surgida del Instituto de Investigacion
Biomédica de Barcelona, realizará un papel fundamental. Los equipos de
investigación del consorcio propondrán moléculas seleccionadas por sistemas
bioinformáticos con potencial para combatir algunas de las bacterias del grupo
ESKAPE, versiones especialmente resistentes de seis especies de microorganismos
(Enterococcus faecium, Staphylococcus aureus, Klebsiellaspecies, Acinetobacter
baumannii, Pseudomonas aeruginosa y Enterobacter). Omnia pondrá a prueba las
posibilidades de éxito de esas moléculas con un sistema de filtrado patentado
por esta compañía.
En este
mecanismo de cribado, según explica Lluis Ribas, fundador de Omnia, "se
toma la diana terapéutica, que puede ser una bacteria o un hongo, y se inserta
en una célula humana". Después se prueba el fármaco con las células que
tienen la diana en su interior y se observa cuáles son capaces de inhibir la
enfermedad sin dañar al mismo tiempo a la célula. "El filtro es muy duro y
hay muy pocas moléculas que pasen el filtro", explica Ribas. Sin embargo,
gracias a esa dureza en la selección, las moléculas que pasan tienen más
probabilidades de éxito en las etapas posteriores ahorrando así esfuerzo y
recursos en los ensayos con modelos animales y después con humanos
Cientos de miles de muertes al año
El principal
problema de las bacterias multirresistentes se presenta en las unidades de
cuidados intensivos. En estos entornos, y en particular con pacientes que
tienen el sistema inmune débil, es donde suponen un mayor peligro las
superbacterias. Sin embargo, según explica Ribas, también hay ocasiones, como
en el de las conocidas como bacterias comecarne, en el que estas infecciones
afectan a personas perfectamente sanas. Aunque es difícil calcular el número de
muertes causadas por todos estos patógenos adaptados a los antibióticos, la
Organización Mundial de la Salud calcula que solo la versión resistente de la
tuberculosis provoca 150.000 muertes al año.
El sistema
de filtro que ayudará a seleccionar las nuevas armas para luchar contra esta
amenaza se comenzó a utilizar en 2008 y también puede tener utilidad para el
desarrollo de herbicidas e insecticidas. Pese a lo prometedor del sistema, la
situación económica "ha afectado de lleno" a Omnia. "Si no fuese
por los fondos europeos, la empresa no tendría continuidad, porque en estos
momentos es muy difícil, por no decir imposible, conseguir financiación para
empresas en este punto de desarrollo, ni local ni internacionalmente",
lamenta Ribas. "El problema –continúa– es que el riesgo que se percibe es
un riesgo geográfico y lo más frecuente es que el proyecto tecnológico no se
llegue a evaluar". Ese riesgo geográfico asociado a estar situado en un
país en problemas como España ha hecho que Ribas se haya planteado llevar Omnia
a otro país, aunque reconoce que tampoco es una opción sencilla.
Comentarios
Publicar un comentario