¿Cuándo se debe notificar RAMS?

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  Para el caso de profesionales de salud e instituciones prestadoras de servicios de salud pública y privada Para las reacciones adversas “no serias” se debe notificar en un máximo de 10 días hábiles a partir de la fecha en que se identificó el evento adverso. Para las reacciones adversas serias (graves) o amenaza de vida, inesperados, medicamentos de reciente comercialización y medicamentos de reciente incorporación a los listados institucionales se debe notificar en un máximo de 72 horas a partir de la fecha en que se identificó el evento adverso. Para los casos de “muerte” (incluye aquellos por causas no especificadas), se debe notificar en un máximo de 24 horas a partir de la fecha en que se identificó el evento adverso.  

Con dificultad, pacientes con cáncer en El Salvador siguen tratamiento



Desde el momento en que el Estado se compromete a brindar atención en salud a la población y a cubrir los servicios de enfermedades como el cáncer, proveer tratamiento y medicinas es obligación del gobierno. Al menos así lo cree el representante de la Organización Panamericana de la Salud en El Salvador, José Ruales.
Quienes viven en la zona rural gastan entre 5 y 10 dólares cada vez que viene a San Salvador a pasar consulta o a recibir quimio, radio o cobaltoterapia. A veces, deben comprar medicinas y "colaborar" por los exámenes.
Pero esa no es la experiencia de los cientos de salvadoreños de escasos recursos que luchan contra el cáncer y carecen de seguro social.
Ellos se la pasan yendo de los hospital nacionales al Instituto del Cáncer del Cáncer de El Salvador (ICES) y viceversa para pasar consulta, hacerse exámenes, recibir tratamiento y medicinas. En uno y en otro sitio, son atendidos con esmero, pero también viven momentos de frustración.
Rosario, de 57 años, da fe de ello. La hija que la acompaña a las quimios es testigo de que cada vez que el bus que las trae desde oriente hasta San Salvador frena, Rosario debe bajarse para vomitar. Las náuseas y el dolor la acompañan durante todo el trayecto. Pero ¿cómo llegó a ser atendida en San Salvador? Rosario es diabética, por lo que pasa consulta en la unidad de salud de su comunidad cada tanto. Ahí le hicieron la citología y, según relata su hija, "quedó sangrando tres meses".
Por ello, de la unidad de salud la refirieron al hospital San Pedro, en Usulután, donde le hicieron una biopsia. "El doctor me mandó para acá, pero no me dijo que se pagaba", afirma.
Tanto el director médico de la Liga Nacional del Cáncer, doctor Salvador Díaz Bazán, como el director administrativo del Instituto Nacional del ICES, doctor Gonzalo Beltrán Castro, descartan que en ese centro se cobre a los pacientes. Ellos hablan de una colaboración voluntaria, cuyo monto es determinado por una trabajadora social. "A quien no puede dar nada, igual se le atiende", aseguran.
El ICES nació en 1970, cuando Narciso Díaz Bazán, médico de grata recordación, "veía morirse a la gente en la calle", afirma Salvador Díaz Bazán. "Lo que se llama ahora Instituto del Cáncer 'Narciso Díaz Bazán' es una ONG que se dedica primordialmente al tratamiento, a través del Instituto, de los pacientes que necesitan radiación y también haciendo campañas de prevención de los cánceres más frecuentes en El Salvador", explica.
Pero en estos tiempos de crisis económica, cuando tanto personas como empresas se ajustan el cinturón y meditan cada donativo o actividad de responsabilidad social empresarial a realizar: ¿cómo es que aún funciona el ICES?
En palabras de Díaz Bazán ¿de qué viven? Él mismo se responde: "De 400 mil dólares que nos da el Estado, que es una basura, ni una unidad de Salud tiene eso. El resto nosotros lo conseguimos a través de donaciones, a través de actividades de la Liga Nacional Contra el Cáncer que se encarga de educar y tratar de prevenir".
La crisis económica del ICES es incuestionable. Pese a las constantes actividades que lleva a cabo la Liga Nacional Contra el Cáncer, los fondos recaudados alcanzan para que el instituto sobreviva, para pagar gastos operativos y salarios. La limpieza, el orden y pulcritud del centro; lo acogedora que es el área de transfusiones y de quimioterapia es el resultado de los aportes de empresas y ciudadanos... de los pacientes y sus familias.
Rosario es evangélica. Pero la religión no le impide perder la paciencia. A veces no entiende porqué sus hijos deben renunciar a un tiempo de comida. Esto con tal de que ella y la hija que la acompaña tengan los $10 necesarios para pasar una semana completa en San Salvador, a fin de que Rosario reciba el tratamiento de quimio y cobaltoterapia recetado por el médico.
En cada viaje, llevan consigo un bote con agua con limón y otro con 500 mililitros de suero, por el que pagan $2.75.
Aseguran que muchas veces han escuchado la frase: "Esto no es un pago, esto es una colaboración. Lo único que, si no lo trae, mejor no venga". "Uno se aflige porque no tiene de dónde irlo a agarrar y la enfermedad va avanzando", reconoce Rosario.


Fuente:elsalvador.com

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