Todo el
mundo habla de lo perjudicial que es el estrés para la salud. Te pones enfermo
con más facilidad y encima la cabeza ‘te funciona peor’… pero, ¿sabemos
realmente qué efectos tiene el estrés sobre el cerebro? ¿y qué tipo de estrés
es el más perjudicial?
Recientemente
se han publicado dos revisiones muy interesantes sobre el tema. Thomas Frodl y
Veronica O’Keane cuentan en Neurobiology of Disease (2013) que un cerebro
expuesto de forma excesiva y continua al estrés sufre daños en su estructura y
su funcionamiento, y que estos daños son mediados, entre otras cosas, por los
efectos tóxicos del cortisol. Es lo que se conoce como la Hipótesis de la
cascada de glucocorticoides descrita por Robert Sapolsky en 1986. Según esta
hipótesis, el estrés crónico puede producir cambios cerebrales que hacen que el
eje que controla la respuesta al estrés (eje Hipotálamo-Hipófiso-Adrenal -HHA)
se descontrole.
La estructura cerebral conocida como hipocampo es muy sensible
a los glucocorticoides, ya que posee muchos receptores para ellos. Los
glucocorticoides, como el cortisol, permiten movilizar los recursos energéticos
para hacer frente a las situaciones estresantes. Sin embargo, cuando el
hipocampo es sobreexpuesto a ellos se atrofia. El hipocampo participa de forma
importante en el aprendizaje y la memoria, con lo que el estrés crónico haría
que estas funciones se alterasen.
Pero además, el hipocampo tiene una función
reguladora del HHA, proporcionándole un feedback inhibitorio (para que deje de
segregar glucocorticoides). Paradójicamente, un hipocampo que ha sido expuesto
en exceso a glucocorticoides tendrá más dificultades para enviar esa
información de vuelta, con lo que habrá más cantidad de esta sustancia y por
tanto mayor daño hipocámpico.
El síndrome
de Cushing es una enfermedad caracterizada por un exceso de cortisol, la
hormona del estrés, y sirve como modelo ideal para analizar las consecuencias
cerebrales de una hipercortisolemia crónica. Se ha descrito que estos pacientes
presentan depresión en más de la mitad de los casos, atrofia cortical prematura
y alteraciones cognitivas, fundamentalmente de memoria y aprendizaje.
Estrés
severo: divorcios, abuso infantil y guerras
Stefania
Schiavone y sus colaboradores han publicado recientemente un trabajo en
Antioxidants & Redox Signaling donde resaltan que el estrés vital severo
prolongado, como el que se da en guerras, divorcios o abusos infantiles, se
acompaña de estrés oxidativo a nivel del sistema nervioso. Los autores
describen estudios que, utilizando técnicas de imagen cerebral, han visto
cambios importantes en las neuronas de la corteza prefrontal, los ganglios
basales, la ínsula y el cíngulo anterior de víctimas de abuso físico o sexual
temprano, con una reducción del volumen cerebral de entre el 10 y el 40%. Este
tipo de estrés se ha relacionado también con el desarrollo posterior de
patologías como el trastorno de estrés postraumático, la depresión mayor y la
esquizofrenia.
En cualquier
caso, el estilo de afrontamiento de los problemas que tiene cada persona se plantea
como un factor relevante que modularía los efectos del estrés y se postula como
una vía de intervención en la prevención de enfermedades asociadas.
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