Ha avanzado mucho la Farmacología en las últimas diez décadas identificando la acción biológica de los fármacos sobre las células y tejidos de nuestro organismo. Igualmente, resultó esencial la Tecnología Farmacéutica al convertirlos en medicamentos para ser administrados en la forma y dosis adecuada, la única manera de que se puedan emplear en terapias eficaces.
El ejemplo de los antibióticos resulta paradigmático, como sustancias que por su propia naturaleza son tóxicas para los microbios que nos infectan, pero no para nuestros órganos y tejidos. Hoy ya se plantea el que fármaco administrado como medicamento se dirija –exclusivamente- a aquellas células y tejidos enfermos en los que se requiere su acción, sin afectar a ninguna otra estructura.
Se acaba de aprobar, para uso en humanos, un «medicamento inteligente» de este tipo que dirige una proteína tóxica solamente contra células cancerosas. Es el primer tratamiento específico de un tumor de células de la sangre (neoplasia de células dendríticas plamacitoides) que se da con muy poca frecuencia pero de extraordinaria gravedad. El fármaco es ni más ni menos que la toxina diftérica, una proteína altamente venenosa para nuestro organismo. Pero el medicamento aprobado lleva la toxina unida a otra proteína (interleucina-3), que la dirige contra las células cancerosas de forma que pueda causar su destrucción, sin afectar a las células sanas.
Como es de esperar hay otros muchos tratamientos en camino basados en el reconocimiento específico de células por parte de proteínas como anticuerpos. Todo ello se basa en un auténtico ejercicio de virtuosismo experimental, para diseñar proteínas que combinan reconocimiento biológico con una acción farmacológica curativa. El cáncer constituye una patología adecuada para actuar en este sentido, dada la variedad de tumores y la necesidad de actuar de manera específica, sólo contra las células cancerosas. El desarrollo farmacéutico nos seguirá ofreciendo novedades para mejorar tratamientos existentes, o para desarrollar otros nuevos. El reto de los sistemas de salud es sostener y mantener ese desarrollo.
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